Me aventuro con la siguiente afirmación: mientras que la mayoría de nosotros conoce a personajes Gasol, Nadal, Bolt,
Michael Phels o Serena Williams, no tiene la más remota idea de quien es Haroche, David J. Wineland, Mo Yan, Yamanaka, Lefkowitz o Kobilka. Los
primeros, has acertado, son populares deportistas, los segundos, un elitista grupo
de anónimos profesionales con menor salario y relevancia mediática; a pesar de
ser las mentes más brillantes de la literatura, la medicina, la química, la
física o la economía -todos ellos han sido galardonados con el premio Nobel (2012)-
personas que con su trabajo salvan vidas o contribuyen a nuestro
bienestar.
“Nuestro
oficio no trata de ayudar a que las personas sean
mejores jugadores, sino que
sean mejores personas
a través del juego deportivo”. R. Velázquez. |
¡Tremenda e ilustradora
asimetría! Pero es lo que hay. Lo he comprobado cuando he viajado al extranjero
y he revelado mi nacionalidad. En numerosas ocasiones me han preguntado por el FC Barcelona o por
Casillas, pero nadie se ha interesado por el insigne Machado o por el Dr. Ramón y Cajal: porque obviamente no
los conocen. Y en tono de humor propongo: ¡Llevemos a nuestros
hijos a los estadios, vaciemos las facultades!
Hago estas analogías para mostrar como el deporte constituye uno de los grandes fenómenos (mediáticos sociales, culturales, económicos o
políticos) con los que podemos identificar el mundo actual. El deporte es una referencia
ineludible cuando tratamos de comprender cómo es la sociedad actual, pues como decía Cagigal
J.M. (1981), "vivimos en una sociedad deportivizada" . No
se congregan multimillonarias audiencias para escuchar un discurso económico,
político o una tertulia literaria. Sí las registran un mundial de fútbol, unos
Juegos Olímpicos o el desenlace de la Super Bowl.